La educación ha cambiado con la tecnología. El docente ya no es solo un transmisor de información; ahora es un facilitador del aprendizaje. El estudiante se convierte en un participante activo en su proceso educativo, especialmente en entornos virtuales, donde la presencia física no es necesaria.El docente sugiere y orienta, proporcionando herramientas que permiten al estudiante construir su propio conocimiento. Esto fomenta la independencia y el pensamiento crítico. Además, la comunicación abierta entre docente y estudiante es esencial para crear un ambiente de confianza y motivación.Las preguntas son una herramienta clave. A través de preguntas, el docente puede evaluar el conocimiento previo del estudiante, guiar su aprendizaje y estimular la reflexión. Esto ayuda al estudiante a profundizar en el contenido y desarrollar habilidades críticas.El estudiante tiene la responsabilidad de gestionar su propio aprendizaje. Debe buscar información, organizar su tiempo y utilizar los recursos disponibles. Esta autonomía es especialmente importante en entornos virtuales, donde tiene más control sobre su proceso educativo.La interacción constante es vital para evitar la desconexión que puede surgir en los cursos virtuales. Un curso bien estructurado debe equilibrar la guía del docente con la libertad del estudiante. Un entorno flexible mantiene el interés y la motivación del estudiante.El docente debe saber cuándo intervenir y cuándo dejar que el estudiante explore. Este equilibrio es crucial para fomentar la creatividad y la participación activa. La evolución del rol del docente de transmisor a facilitador es clave para el éxito del aprendizaje en la era digital.